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miércoles, 6 de julio de 2011

La problematica del trabajo infantil en misiones


La pobreza los obliga a dejar la escuela para ayudar a su familia. En la adolescencia aumentó el flagelo

A los 9 años Daniel G. tuvo que ayudar a su familia en la cosecha del tabaco expuesto a trabajos forzosos e intoxicaciones por el uso de los pesticidas. “Había días que yo no me iba a la escuela. Por el tabaco yo no llegue a alcanzar lo que deseaba en el estudio y hoy hay chicos que no se van a la escuela para poder ayudar al papá”, contó.
Daniel es uno de los ejemplos de como la inequidad en la distribución de los recursos, los bajos salarios y el desempleo obligan a muchas familias misioneras en situación de pobreza a recurrir a diferentes medidas para generar ingresos, entre los que se encuentra, el trabajo de sus niños y niñas.
Desde mayo de 2010, el trabajo infantil está prohibido hasta los 16 años en Argentina. Esta problemática profundiza la desigualdad, vulnera los derechos de la infancia y la adolescencia, impide o limita el adecuado proceso educativo, condiciona el nivel de ingresos en la vida adulta y produce un impacto negativo en la economía de los países. Además provoca consecuencias en la salud como enfermedades crónicas, retrasos en el crecimiento, agotamiento físico, infecciones y deformaciones óseas, entre otros.
Todo esto, repercute en la trayectoria educativa de los niños trabajadores que por lo general, no es exitosa. Según un estudio de la Organización Internacional de Trabajo en Argentina, los niños de 5 a 13 años que trabajan tienen más posibilidades de repetir (29,7) frente aquellos que no trabajan (12,6).
Un 3% del trabajo infantil disminuyó en el mundo. La mayor baja se vio en la franja de 5 y 14 años, con un descenso del 10 por ciento, sobre todo entre las niñas. Sin embargo, hubo un aumento del 20 por ciento entre chicos de 15 y 17 años.
Se cree que la mayoría de los chicos trabaja en la calle, pero en realidad el mayor porcentaje de trabajo está en la agricultura. En el NEA el porcentaje de niños trabajadores en áreas rurales (10,2) casi duplica a las zonas urbanas (6,3%). Su principal riesgo es que los expone a lesiones, accidentes o intoxicaciones por pesticidas.
“Por momentos esta problemática sale a la luz pero en muchos casos está invisibilizada”, manifestó Alicia Cabral, delegada del Ministerio de Trabajo de la Nación en Misiones y admitió “cuando hacemos fiscalizaciones nuestra realidad es muy dura”.
“En Misiones hablar de trabajo infantil es muy complejo y difícil porque hay una cultura del trabajo muy fuerte”, apuntó Omar Saade, jefe del departamento Atención a Grupos Vulnerables del Ministerio de trabajo de la provincia y opinó que en las acciones de prevención y erradicación “las políticas sociales existen, pero lo que no existe es la articulación o es muy escasa”.
Una de las problemáticas se plantea a partir de la aplicación de la asignación universal. Es que en varios casos los padres van a trabajar a la chacra y en consecuencia, los/as hijos/as quedan en una situación de desprotección. “No alcanza con medidas nacionales tiene que haber políticas regionales, municipales y provinciales que se sumen a las distintas políticas, porque si existe una asignación universal no es la solución mágica, al contrario se crearon efectos inversos. Encontré muchos municipios que me decían los padres se van a tarefear y le dejan a la gurisada. El municipio es el que tiene que empezar a trabajar y ahí son necesarias las organizaciones comunitarias, sindicales y las iglesias”, comentó Saade.
El año pasado el Ministerio de Trabajo desarrolló un programa en cinco municipios: Campo Viera, San Vicente, San Ignacio, Wanda y en Jardín América, donde preocupa el trabajo infantil en el turismo y en la producción yerbatera.

En la chacra
En Misiones hay más de 300 mil niños y niñas entre 0 y 14 años, y el 30 por ciento es de origen rural. El 84 por ciento de la explotación agrícola familiar está por debajo de las 50 hectáreas y predominan los pequeños productores rurales, muchos no llegan a las 25 hectáreas. La yerba, el tabaco, la caña de azúcar, la mandioca y el té son los productos que demandan el trabajo familiar agrícola y eso implica el trabajo infantil y adolescente.
El tabaco es uno de los productos donde más participan los niños a nivel anual, ya que desde la preparación del almacigo hasta la cosecha hay actividad, pero con la yerba la familia debe trasladarse de un lugar a otro, por ende el niño es más propenso a dejar la escuela y al mismo tiempo, en los municipios donde se identifica mayor producción yerbatera son los que representan un alto porcentaje de niños en situación de calle.
Otro de los problemas es que en aquellos barrios tareferos, donde está la mayor parte de los chicos que se van a tarefear, no existen ofertas deportivas y culturales para que los chicos luego de la escuela.
“En la época de interzafra los chicos que no van a la tarefa buscan actividades en el ámbito de la ciudad, piden a la salida de los casinos, de los supermercados, y coincide con el turismo, San Ignacio es un municipio que tiene barrios tareferos, muy pocos pero tiene, donde los chicos venden artesanías o plantas. El otro municipio es Wanda, en el acceso de las minas, donde los chicos venden piedras y en Iguazú se encuentran todo tipo de actividad de calle y la explotación sexual infantil”, comentó Saade, durante una charla en la Unam.
Las acciones para erradicar el trabajo infantil continúan en toda la provincia. Un ejemplo fue el jueves 9 de junio, en relación al día Mundial contra el Trabajo Infantil, alumnos del cuarto al séptimo grado de las escuelas número 9, 379 y 67 del Paraje Bella Vista de San Vicente participaron de una jornada de actividades recreativas, clases de baile, teatro y dibujo.

En la ciudad
Según los últimos datos oficiales, cerca de 20 niños y niñas trabajan en las calles de Posadas. “Lo vemos todos los días, en lugares sumamente peligrosos, vendiendo en la Mitre o cuidando autos en La Placita. Casi todos los días a la noche, jovencitas vendiendo flores a las 2 de la mañana. Hemos propuesto hace muchos años ver como la municipalidad y los distintos organismos podemos avanzar sobre esa situación. Están expuestos, cruzan por los autos, dos o tres de la mañana, días de frío, domingos o sábados a la madrugada”, relataron desde el Sindicato de Vendedores Ambulantes de la ciudad.
Entre los chicos de comunidades aborígenes, los números de trabajo infantil crecen dramáticamente. En la comunidad mbya guaraní Fortín Mbororé de Puerto Iguazú también alarma esta problemática. Según contó el cacique Silvino Moreira hace un mes atrás, “la gran preocupación de muchas familias son los chicos en la calle, que todavía no pudimos encontrar la vuelta de contener a esas familias que largan muchos chicos de la calle que es donde viene la contaminación también. Los chicos están por ahí cuatro o cinco días durmiendo”.

En Argentina y Latinoamérica
El 17,6% de los niños argentinos de 5 a 17 años realiza algún tipo de trabajo. El número es un promedio de lo que ocurre a nivel nacional en grandes centros urbanos, pero hay regiones, como el Gran Tucumán, en donde la situación es mucho peor: allí llega al 24,6 por ciento. Los datos son del segundo semestre de 2010 y surgen del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), que midió a seis mil hogares de las grandes ciudades de Argentina.
En diciembre de 2010, la Organización Internacional del Trabajo denunció que 14 millones de niños de entre cinco y 17 años trabajan en América Latina y el Caribe en condiciones que ponen en riesgo su seguridad y su vida. La problemática afecta especialmente a grupos vulnerables, como las poblaciones indígenas, en particular los niños y niñas que son afectados de manera diferenciada por las peores formas de trabajo infantil.

QUÉ DICE LA CONVENCIÓN

ART. 32

Todo niño/a tiene derecho a “estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligro o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social”.

En la chacra los chicos cosechan hasta mayo junto a sus familias

EL SOBERBIO. En esta localidad, la explotación infantil está ligada a los monocultivos que implican a todo el grupo familiar en el proceso productivo.
En las colonias los chicos trabajan la tierra a la par de los padres. Dependiendo del tamaño y la capacidad son las tareas asignadas. Generalmente es a partir de los seis o siete años, cuando pueden cargar una mochila en la espalda.
“Muchas veces los padres eligen al ‘más inteligente’ para que vaya a la escuela y al otro lo obligan a trabajar en la chacra. Ahora gracias a la asignación universal por hijo, los padres se ven obligados a mandar a sus niños a la escuela para poder cobrar ese dinero, pero por lo general, las matrículas en las escuelas rurales se cierran en mayo porque la gran mayoría ocupa a sus hijos para las cosechas. Los grandes ‘ausentazos’ de los chicos a la escuela tiene que ver con el laburo en las chacras”, explicó la licenciada en trabajo social Paula Matricardi.
Los tareferos recogen las cosechas acompañados por sus hijos rodeados de todo tipo de agrotóxicos. En invierno o verano, descalzos, sin guantes y sin protecciones. Así trabajan los niños en las chacras.
“Pero es tan perverso el sistema capitalista que necesita de muchas manos para producir cosechas que luego serán mal pagadas. La economía lleva a que inevitablemente los chicos tengan que trabajar. No hay una planificación económica de la provincia que genere ingresos suficientes sin que la producción implique necesariamente a los niños en este sistema. Lo que importa es la rentabilidad, no la familia”, dijo.

Situación en las provincias

•Córdoba
El Gran Córdoba es el segundo peor lugar de Argentina para los chicos. Es que el 23,3 % de los cordobeses de 5 a 17 años que vive allí, trabaja.
•Tucumán
Dos de cada 10 niños y adolescentes (5 y 17 años) que residen en el Gran Tucumán, realizan un trabajo doméstico intensivo y/o desempeñan actividades económicas.
•Santa Fe
La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) concluyó que en 2009, 5 de cada 100 niños de entre 10 y 17 años, residentes en los grandes aglomerados urbanos declararon tener una ocupación.
Fuente: Periodismo Social

Los rostros del trabajo infantil en la zona urbana
Historias de chicos que todos los días deben salir a cumplir el rol de los mayores

POSADAS. Siempre llega a horario. El hábito de pedalear varias horas para vender sus docenas de facturas contribuye en su meritoria puntualidad. El portón de la escuela se abre, él ingresa con su bicicleta y aprovecha la tardanza de los demás para colocarle un candado.
Sergio tiene 12 años, cursa séptimo grado en un establecimiento del Barrio Prosol I. Si bien vive cerca de la escuela, está muy acostumbrado a andar en bici y por supuesto, a caminar. Es que su principal clientela se encuentra en Itaembé Miní, lo que en números reales sería un recorrido de entre diez y quince cuadras desde su domicilio. “Parece lejos mae, pero nada que ver” comentó el chico cuando sus docentes escuchan sus anécdotas con cara de asombro.
Sergio no se queja, ni de sus padres, ni de su trabajo, ni de su falta de sueño, ni de sus zapatillas rotas. Asume responsabilidades de un adulto y se siente comprometido con la causa familiar, aunque quizás no comprenda exactamente lo que eso signifique.
Su padre trabajaba en una panadería hasta que lo despidieron. El jefe del clan se había quedado sin trabajo formal con seis hijos que alimentar. Sin embargo nadie podría quitarle su oficio de panadero. Compró algunas máquinas y desde hace un año convirtió su casa en un taller experimental de panificados, elabora unas quince docenas de medialunas.
“A mí me toca los sábados, domingos o sino a veces por la tarde cuando no tengo escuela. Vendo todo, más rápido termino más tiempo tengo para jugar al fútbol”, relató el niño que oficia tanto de alumno como de trabajador informal.
La lectura le cuesta y bastante, pero no su voluntad se declina. “Si practico varias veces me va a salir mejor, no se asuste mae”, se justifica. Y pide, más bien implora, no leer es voz alta. No quiere que lo escuche su compinchada.
El próximo año Sergio comenzará el colegio secundario, aún no vence el miedo ante los textos extensos, en tanto aspira a conocer varios idiomas. Se mentalizó que una vez que juegue en Boca tendrá la posibilidad de viajar mucho. “Quiero ser una estrella de fútbol para ganar mucha plata”.

De la escuela a la verdulería
Matías dormía en el aula, sobre todo en la clase de Lengua. El motivo: se quedaba hasta tarde limpiando la verdulería de su vecino, ordenando las cajas, barriendo la vereda. Por ese trabajo, el dueño del local le tiraba unos pesos y él estaba chocho por poder ayudar a su madre, una señora de edad que igualmente mantenía el hogar trabajando en una casa de familia.
Ya había repetido dos veces así que con 14 años recién cursaba 7º grado. Parecía no importarle demasiado el protocolo escolar, saludo a la bandera y todas esas cosas pero era evidente que quería estudiar. Todos los días cumplía con la tarea, no ostentaba ningún 10 en la libreta, ni uno solo, pero se había ganado respeto de sus compañeros y de sus maestros.
“Y usted por quién va a votar”, preguntó en una clase, y rápidamente agregó entre risas “tiene que votar por mi candidato”. Semejante comentario devino en una revelación, Matías, cuando no estaba en la verdulería, hacía pegatina para un partido político. El puntero de su barrio lo vio voluntarioso y le ofreció 'militar' para conseguir algo.

Fuente: Territoriodigital.com

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